sábado, 27 de septiembre de 2014

No importa como sea mi hijo, sino como mis ojos lo ven

Ser madre es maravilloso, y muchas veces rehuimos de serlo.
Ser padres es sacrificado, pero merece totalmente el esfuerzo.
Se puede ser feliz con o sin hijos, pero tenerlos es siempre motivo de alegría.
¿Te ha pasado que nada más conocer a alguien, una de las primeras preguntas es si tienes hijos?
La mayoría de los adultos suelen contestar que sí, o que sueñan con tenerlos. Pero hay quienes se sienten incómodos con la pregunta, pues o no los pueden tener o no los desean tener.
Obviamente la pregunta no trae ningún señalamiento o estereotipo negativo, es sólo que la mayor parte de la gente se identifica con el tema y les encanta hablar de sus hijos a tal punto que podrían pasarse horas enteras sin cansarse en lo absoluto.
El porqué muchas personas posponen o renuncian a ser padres suele ser por la situación económica y la gran responsabilidad de tener que cuidar un niño indefenso o el miedo a perder su independencia social. Por otro lado hay también quienes aseguran que traer a un niño a sufrir a este mundo es una gran irresponsabilidad.
Sea cual sea la razón, todos consciente o inconscientemente deseamos algún día tener hijos. Y aunque nos pese física o económicamente, los hijos siempre nos cambian la vida para siempre.
Hay que entender que “ser padres es la única profesión en la que primero se otorga el titulo y luego se cursa la carrera” y todos aquellos que ya han obtenido “el titulo” saben muy bien a lo que me estoy refiriendo.
Nadie es perfecto, los padres también cometen errores pero la mayor parte de el tiempo aprenden de sus errores y siempre buscan el bienestar de sus hijos por encima de sus propias necesidades y de sus posibilidades.
Conozco muchos casos donde los padres tienen hijos sanos y no le dedican suficiente tiempo porque están agobiados con sus deberes, deudas, carrera o problemas conyugales. Mientras, otros tienen hijos con discapacidades físicas o mentales y sus padres se desviven y sacrifican por ellos y nunca se rinden en su lucha por buscar una cura o alivio a su pequeño.
Nadie sueña con tener una familia enferma o discapacitada pero la vida nos la presenta y sólo nos queda lidiar con la situación. Pero pensar en no tener una familia sólo por no correr el riesgo de una enfermedad o discapacidad es quizás un poco egoísta de nuestra parte.
Piensa y recapacita las cosas, planifica, investiga y no dejes que los temores o la incertidumbre de algo que quizás nunca suceda te prive de experimentar el más grandioso sentimiento que se siente al traer un hijo o hija a este mundo.
Recuerda que nadie nace sabiendo cómo ser padre o como criar a una criatura, esas cosas se van aprendiendo sobre ruedas. Y cada experiencia nueva con tus hijos te irá enseñando y capacitando para nuevos logros que serán en un futuro todo tu orgullo.

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